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Trescientos días de sol de Ismael Grasa

VIDEO DE LA PRESENTACIÓN EN MADRID



Vídeo de la presentación de Trescientos días de sol en la librería-champañería María Pandora de Madrid. Marcos Giralt hace de presentador. Gracias a Luismi, por ceder su local, y a Eva Puyó, que ha grabado los vídeos.

PALABRAS DE JAVIER TOMEO EN BARCELONA

PALABRAS DE JAVIER TOMEO EN BARCELONA

      "Ismael es un narrador poco habitual. Ismael escribe provisto no de unas tijeras, sino más bien de una simple hoja de afeitar, de una afilada hoja de afeitar... Se sitúa frente al gran lienzo de la vida cotidiana (que no tiene por qué ser especialmente excitante) y con esa simple cuchilla separa un fragmento, corta un retazo y lo presenta honestamente al lector. Lo corta por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo, caiga por donde caiga la cuchilla, sin preocuparse por redondear los bordes, para ofrecérselo a los lectores con absoluta modestia, sin pretender deslumbrar a nadie, sin presumir de que acaba de descubrir América.

 

No es pues la literatura de la fastuosa guitarra que, como decía Pío Baroja, canta grandes mentiras poéticas. Es más bien la literatura del modesto acordeón que se limita a decir lo que la vida es en realidad, una melodía entre vulgar y previsible, pero que es la nuestra, la que verdaderamente entendemos, la que nos emociona.

 

En este libro que presentamos esta tarde, los relatos fluyen pues no con la altanería y el bullicio de un torrente de alta montaña, sino más bien como el agua que conduce una acequia de nuestro somontano aragonés, casi en silencio, un agua que no es del todo limpia, pero que tampoco puede decirse que sea completamente sucia".

 

  Extracto del texto que leyó Javier Tomeo durante la presentación del libro en el Centro Aragonés de Barcelona. Gracias a Cruz Barrio, que hizo que todo transcurriera bien, y a Malcolm Otero, que con su teléfono tomó esta foto.

PRESENTACIÓN EN MADRID

ESTE VIERNES 29, A LAS 20.00 HORAS

PRESENTACIÓN DE TRESCIENTOS DÍAS DE SOL

EN LA LIBRERÍA-CAFÉ MARÍA PANDORA, EN LA PZA. GABRIEL MIRÓ, 1 (FRENTE A VISTILLAS)

PRESENTARÁ EL LIBRO MARCOS GIRALT TORRENTE

 

LABORDETA EN ESTRAVAGARIO

Vídeo de José Antonio Labordeta hablando de Trescientos días de sol en el programa Estravagario:

Cortesía de Eva Coscullela (¡Gracias!)

Nuevo texto en el blog de Francisco Ortiz

Francisco Ortiz vuelve a escribir en su blog literario sobre "Trescientos días de sol".

 

http://francisco-ortiz.blogspot.com/2007_06_01_archive.html

 

ARTICULO DE VICENTE LUIS MORA

PUBLICADO EN LA TORMENTA EN UN VASO:

Trescientos días de sol, Ismael Grasa

Xordica, Zaragoza, 2007. 140 pp. 11 €

Vicente Luis Mora

      En los relatos de Grasa parece que no pasa nada, recuerdan a los cuentos sin final aparente de Katherine Mansfield y, sin embargo, en ellos ocurre todo, es decir: suceden las cosas que suceden en la vida real, con la suficiente variedad e imaginación recuperadora para que lo cotidiano no cercene el interés del lector. Antoni Tàpies, en su excelente ensayo El arte y sus lugares (1999) decía que la operación estética puede tomar la forma de creación a partir de lo existente o de elección estética sobre lo real, seleccionando un detalle concreto sobre el que la atención común no suele posarse. Este segundo propósito de lo artístico es lo que persigue el interesante y variado Ismael Grasa, capaz de hacer novelas extrañas y posmodernas (La tercera guerra mundial) y libros de viajes convertidos en narración (Días en China).
      La infinita gama de posibilidades de lo real, humanizada por personajes próximos a Zaragoza (casi todos masculinos y de edad intermedia, como el propio Grasa, salvo un par de relatos contados por mujeres en primera persona), otorga una personalidad propia a este libro, uniforme en su vasta heterogeneidad. Hay multitud de información en las historias de Grasa, sacadas a veces de los periódicos y otras de la imaginación reconstructora del autor, que de seguro vuelca en estos cuentos buena parte de su experiencia propia y de otras que ha conocido. Creo significativo este fragmento, puesto en boca de uno de sus personajes: «soy pragmático, observo lo que le gusta a la gente. A veces recorto artículos de prensa o anoto en servilletas algunas ideas» (pp. 78-79). Precisamente el carácter uniforme de los relatos hace difícil saber cuando se cuela alguno prescindible. Por ello, la ordenación del libro no siempre favorece la lectura, y hacia la mitad del libro hay una caída de interés que merece la pena salvar, ya que lo mejor aguarda al final del volumen: “La herencia”, “Trescientos días de sol” o “No me gustan los psicólogos” son piezas excelentes, de cuajado temblor psicológico y sociológico, en los que Grasa demuestra su sentido de la observación, musculoso y a la vez exquisito.
      Nos conduce la contraportada a pensar que el libro tiene como hilo conductor el delito, una situación criminal que en todos los relatos se afronta o se rodea temerosamente y, sin dejar eso cierto, yo apuntaría más bien a la moralidad o inmoralidad social como tema íntimo del libro. Trescientos días de sol es una nueva especie de novela picaresca, que detalla no la gran especulación inmobiliaria o los trampantojos financieros que llenan hoy nuestras primeras planas, sino el chanchulleo de poca monta, los arreglos, apaños y trapicheos a los que cualquier españolito de a pie, en cualquier momento, puede verse sometido, ya sea como víctima o como agente provocador. De cómo cada uno se enfrenta a ese instante pequeño y quizá intrascendente, pero en el cual reside, en última instancia, nuestra ética personal, es de lo que trata este sugerente volumen de relatos de Ismael Grasa.

 

VIAJE A ITACA

Raúl Gay y Guillermo Pemán entrevistan a Ismael Grasa en el nuevo 

Viajero a Itaca.

PRESENTACIÓN DE TRESCIENTOS DIAS DE SOL EN BARCELONA

PRESENTACIÓN DE TRESCIENTOS DIAS DE SOL EN BARCELONA

El viernes 22 de junio, a las 20.00 horas, en el Centro Aragonés de Barcelona, en el calle Costa, se presentará el libro Trescientos días de sol. Hablará del libro el escritor Javier Tomeo.

EN LA FERIA DEL LIBRO DE ZARAGOZA Y HUESCA

FERIA DEL LIBRO DE ZARAGOZA

-El sábado, día 2, por la tarde, Ismael Grasa estará firmando ejemplares de "Trescientos días de sol" en el puesto de la librería "Los portadores de sueños".

-El domingo, día 3, de 12.30 a 14.00, y de 19 a 21, el autor firmará en el puesto de la editorial Xordica.

-El miércoles, día 6, de 19.00 a 21.00, el autor firmará en el puesto de la Fnac.

FERIA DEL LIBRO DE HUESCA

-El domingo, día 10, el autor firmará ejemplares en la caseta de organización de la feria.

 

ELISA ARGUILÉ, PREMIO NACIONAL DE ILUSTRACIÓN

ELISA ARGUILÉ, PREMIO NACIONAL DE ILUSTRACIÓN

25/5/2007
ELISA ARGUILÉ, PREMIO NACIONAL DE ILUSTRACIÓN

La ilustradora aragonesa Elisa Arguilé, autora de la portada del libro de Ismael Grasa, Trescientos días de sol, ha sido galardonada con el Premio Nacional de Ilustración. Enhorabuena, amiga.

Editorial Xordica

TEXTO DE GABI MARTÍNEZ PARA MARIE CLAIRE

Un guarda forestal que acaba acompañando a unos cazadores, un afilador que empuña hostilmente un cuchillo o un funcionario que sirve de tapadera a un pederasta son algunos de los protagonistas de "Trescientos días de sol", donde Ismael Grasa ha narrado doce historias sobre personas que de pronto se vinculan a un delito, o piensan en cometerlo. Grasa se muestra como siempre: enigmático, sugerente. Excepcional.

http://www.marie-claire.es/

Nuevo Texto de Francisco Ortiz en su blog

Ismael Grasa: Trescientos días de sol (2)

Supongo que uno responde a los patrones de conducta y moral con los que ha crecido. En las lecturas que hago respeto siempre un principio: no leo nunca por leer, ni para haber leído, sino para saber más, para enfrentarme a problemas morales, para saber más de la conducta de ciertos personajes/personas. El relato "Pájaros" me ha hecho pensar en el existencialismo, palabra hoy puesta en cuarentena, cuando no tajantemente rechazada por antigua o pasada de moda. Una tontería, pienso, porque en literatura todo vale si es bueno y si aporta algo sobre el ser humano. La etiqueta realismo sucio no me gusta: hay algo en ella de desagradable, de censurador que me disgusta, porque no creo que hablar de la vida cotidiana de la gente de la clase media -o media baja- sea hablar de algo sucio. La vida no es sucia, la hacemos sucia. Y está mucho más sucia en las alturas que en las partes bajas, más sucia en los cerebros que en los genitales, más sucia en las altas esferas que en la pobreza de abajo, donde se es como es sin poder optar, sin poder elegir. El relato del que os hablo me parece perfectamente existencialista porque la vida de una profesora que por fin consigue un sueldo fijo pero tiene que irse a vivir a un pueblo y no encaja en el nuevo lugar ni entre la nueva gente está contado con ese aliento que invita a la reflexión y a encarar la historia de una vida como algo trascendente, pese a su brevedad y parcialidad, como algo digno de respeto, de evaluación, de todo interés. Es una vida más, y eso siempre es mucho. Ismael Grasa lo consigue mediante una escritura intensa, en la que absolutamente no sobra ni falta nada, prodigio que en muy pocas ocasiones hallamos. La profundidad es máxima y está servida con aparentes mínimos de narración pura, sin disquisiciones ni divagaciones, con la fluidez del relato oral, lo que me parece sencillamente soberbio. No sólo leemos y vemos a la mujer del relato, sino que la sentimos, la acompañamos, nos cuesta mucho dejarla al acabar la lectura. Y esto, muy habitual en las novelas de intriga, es poco común en una historia de diez páginas. Sí: es uno de los mejores relatos que he leído en los últimos meses.
http://francisco-ortiz.blogspot.com/

TEXTO DE JAVIER GOÑI

CRÍTICA

Poética y piscina

JAVIER GOÑI 28/04/2007

La vida cotidiana y la realidad fragmentada, en doce episodios. Así ha abordado Ismael Grasa este libro de relatos que habla de perplejidades, rutinas, olvidos y sentimientos.

Los libros de Ismael Grasa (Huesca, 1968), poco más de media docena, ligeros, intensos, misceláneos, pueden apoyarse sin dificultad, todos, detrás de una botella de ginebra MG, que es achaparrada y de culo gordo. MG con tónica bebía Zenón, el protagonista de su primera novela, De Madrid al cielo (Anagrama, 1995). En la solapa de aquel libro se decía del autor que había estudiado guión cinematográfico, había sido camarero nocturno y era profesor de castellano en Xi'an (China). Varios libros misceláneos después, entre ellos, una muy notable mirada hacia el muy mitificado campo de minas que es la infancia de uno (La Tercera Guerra Mundial, Anagrama, 2003, un libro como los de su compadre Félix Romeo, con más intensidad poética que páginas), Grasa logra entusiasmarme con una excelente colección de relatos -como me pasó hace meses, si tiene uno algún crédito, con Playa de los alemanes, de Eduardo Jordá, en Algaida; búsquenlo-, que aparece en una editorial de su pueblo: la gracia sólo tiene sentido si se sabe que Xordica, de Zaragoza, con un muy estimulante catálogo, donde acaba de aparecer este estupendo puñado de cuentos. Si en De Madrid al cielo, su primera incursión, había un excesivo paisaje nocturno por los malecones de las (malas) vidas juveniles, tomaran o no MG (esa ginebra que gustaba, en los primeros sesenta, a los escritores españoles y que en tiempos de Grasa debía tener, la botella, un anillo de polvo a modo de olvido al fondo del malecón, supongo), ahora, en esta espléndida docena de historias cotidianas, bocados de realidad todas ellas, sus personajes ya andan enredados en la complejidad de la vida, aunque no hayan perdido todavía, ninguno de ellos, una sana cara de perplejidad. Ellas y ellos, gente normal y con complicaciones, cargan ya, en estos relatos, con distintos trabajos, con decepciones sentimentales, con obligaciones familiares. En una de estas páginas se habla de la poética de las piscinas y de alguna forma desde Ángel, el observador de la vida que va viendo cómo su hermana cambia de identidad siendo abducida por una forma de vida (norteamericana), tan lejana aunque su ciudad tuviese aquella Base (es excelente 'Mecedoras' con el que se inicia el libro), hasta ese otro que se casa con la hija del dueño de un restaurante chino, o el que acompaña a su madre a un pueblo perdido en las brumas de la memoria o la separada con hija que va a otra localidad a ganarse como profesora su primer sueldo, hasta llegar a la docena, parece como si esas 12 historias, 12 bocados de realidad fuesen piscinas que recorriese, una a una, aquel nadador del inolvidable relato de John Cheever. Grasa, sin duda, conoce bien las piscinas de la tradición norteamericana del relato corto.

http://www.elpais.com/articulo/narrativa/Poetica/piscina/elpepuculbab/20070428elpbabnar_16/Tes

La librería Cálamo recomienda


"Da gusto leer los cuentos de este libro que nos mira con gafas de sol.

Se nos revela Ismael Grasa como un estupendo y originalísimo escritor de género negro, pero sin truculencia, más bien en voz baja, con personajes en letra minúscula."

http://www.calamo.com/index.php?cn=recomienda&sid=301&mes=4&pagepos=1

Francisco Ortiz escribe en su blog sobre "Trescientos días de sol"

 

Vivimos en una época de grandes contrastes, con gente muy diferente, que abraza gustos e ideas muy alejadas unas de otras, vivimos en una época en que conviven las diferencias de todo tipo y es algo que considero muy positivo, enriquecedor, ideal para almas despiertas. El primer relato de este libro se llama "Mecedoras" y contrapone el nuevo puritanismo estadounidense a la manera de vivir más despreocupada de los españoles: la hermana del narrador se casa con un tipo de del otro lado del charco y empieza a cambiar, por ósmosis, y a asumir la conducta recta y moralista de su esposo, algo que el narrador lleva mal, sorprendido por los cambios y remiso a incorporarlos a su cotidianeidad. Cuando viaja a los Estados Unidos, el ambiente opresor, sancionador le resulta, en vivo y en directo, más atosigante, más insoportable aún. Este relato está contado con sencillez, sin grandes frases, como le hablaría un amigo a otro amigo íntimo después de una comida o una cena, en un tono cordial, próximo, cómplice. Hay quizá algún exceso en remarcar las cosas, como cuando cuenta que ha hecho el amor con una chica sin utilizar el condón-parece un desafío a cierta moral, acaso un detalle algo forzado-, pero lo más destacable es la inmediatez tan bien asumida, la integración de elementos absolutamente contemporáneos con una facilidad que es abrumadora -Ismael Grasa es un escritor de su tiempo, y no estoy haciendo una afirmación gratuita: los avances tecnológicos están aquí, la realidad del 2000 está aquí, y no se mete nada con calzador, sino con una naturalidad que sorprende sólo porque aún no es nada habitual en el resto de escritores de este nuevo siglo, aún demasiado literarios la mayoría, demasiado encerrados en torres de hormigón con música, sensaciones y objetos del pasado, algo caducos en según qué ocasiones, la verdad- y con los que no busca llamar la atención, sino que están siempre elegidos en función de su valor real y a la vez plenamente funcional y caracterizador. Hay detrás de toda la historia una respiración pesada, enfangada, que a la aparente claridad suma una inquietud rara, difícil de descifrar, que hace más hondo el relato, le abre poros por los que respira lo invisible y lo deja a nuestros ojos como una moneda con dos caras, aunque quede visible una tan sólo. Hay aquí un escritor de calidad, de los que tienen el material y la voz y un mundo propio, no me cabe duda, y celebro que sea alguien cercano, de Huesca, un autor al que hay que seguir leyendo.

http://francisco-ortiz.blogspot.com/

Texto de Ignacio García Valiño

DÍAS DE SOL 

         Hace más de una década, hallándome en el paro, me telefoneó un amigo oscense desde China para ofrecerme un trabajo en China, pese a mi burricie de chino. Era Ismael Grasa, un escritor al que siempre he percibido como un extranjero en tierra extraña, víctima del extrañamiento kafkiano de vivir. Como un maño en la república china de Aragón.

         Y de esto trata su extraordinario libro de relatos “Trescientos días de sol”, la extrañeza de vivir sin la necesidad de juzgar a los demás, pero siendo blanco constante de los juicios morales de los otros. La imposibilidad de evitar ser acusado, fiscalizado, sermoneado, controlado, aunque uno carezca de prejuicios morales. Aunque uno viva y deje vivir.        

Ismael ha comprendido que el secreto de narrar es contar los hechos como si no acabara de comprenderlos. Y lo emplea con eficacia. Sus personajes, pacíficos e indecisos, van a la deriva de los acontecimientos y prefieren no jugar a tomar las riendas del destino, o aceptar que es inútil. Tanto los hechos relevantes como los banales reciben  el mismo tratamiento somero, distante y un punto desafecto. El trasunto es la vida cotidiana, con sus menudencias y pequeñas infamias. Hay una acción de la inacción, una poética de la no-poética, de la desnudez retórica. Este estilo sin artificios recuerda a Handke y a Carver. Y –por fin– ha superado su deuda con Cela.

         Ismael G. es un escritor inteligente y pudoroso y honesto. No le gusta enfatizar, ni aparentar. Como los páramos de Zaragoza, que reciben al año trescientos días de sol, es llano y seco, y tiene una extraña belleza. Trescientos días contados en ciento cuarenta luminosas páginas. Y una buena razón para elegir un libro de relatos.

 

Artículo publicado en "Heraldo de Aragón"

Texto de Diego Marín



Ismael Grasa tiene la peculiaridad de afilar bien los relatos de modo que en sus historias no haya presentación ni, en ocasiones, desenlace, tan sólo nudo. Y en estas narraciones, doce cuentos que contiene el libro Trescientos días de sol (Xordica, 2007), la literatura se convierte en una cálida reflexión sobre la soledad del ser humano. Las palabras fluyen de forma precisa, con un ritmo embellecedor y con una envidiable voz narradora que torna sin sobresaltos ni desafines de la primera persona a la tercera, del protagonista masculino al femenino, pero siempre con la precisión de quien está contando algo verdadero, no real, sino cercano.
Ismael Grasa se dio a conocer como escritor resultando finalista del Premio Herralde con De Madrid al cielo (1994), novela que ganó el Premio Tigre Juan. Después, otros libros como La Tercera Guerra Mundial (2002) y Nueva California (2003) han ido dando forma a una trayectoria literaria firme y regular como es la de este autor aragonés. Trescientos días de sol, que fue escrito en la Lidg House International Writers Residency, donde Grasa disfrutó de una beca en 2004, reúne ahora una docena de buenas narraciones que desde distintos puntos de vista nos hablan de personas solitarias que miran a los demás como seres extraños. A destacar ‘Un robo’ por la naturalidad (o frialdad) con que se describe una boda tan ajena al protagonista a pesar de los vínculos más que afectivos que le unen a algunos de los invitados. O ‘Tablón de anuncios’ por acercar con la otra cara de la vida universitaria, con las vicisitudes de compartir un piso con un extraño. Pero, sobre todos, cabe señalar la notable habilidad para desenvolverse en situaciones tan alejadas de los temas literarios cotidianos, como es la caza mayor de rececho, en ‘Un sarrio’, un bellísimo relato sobre un desengañado guarda forestal que acompaña a los cazadores para abatir venados. Ismael Grasa demuestra que se divierte escribiendo y, lo que es mejor, divierte al lector, ya que sus breves piezas prosaicas conforman un conjunto tan extraño como encantador. Pero, además de la soledad como temática central, en esta ocasión los extractos también tienen en común que sus personajes conservan una navaja en el bolsillo que nunca llegan a utilizar, aunque la blandan.

Publicado en "Diario La Rioja"

Y en su blog: http://blogs.larioja.com/index.php/ciudaddelhombre

Texto de Mariano Gistaín

Hay que leer el libro de cuentos de Ismael Grasa "Trescientos días de sol" para sentir el terror difuso que entraña el espíritu de los tiempos. La presión que el sistema vigente y consolidado ejerce sobre las meras personas, una a una. Ismael Grasa ha destilado este nuevo pavor económico sobre sus seres, que intentan vivir en un momento terrible en el que con suerte sólo se consigue sobrevivir.

Publicado en "El Periódico de Aragón", 27.3.07

http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=309699

 

Vídeo de Mariano Gistaín

http://www.youtube.com/watch?v=gTQvMFZoYAA

Texto de Daniel Gascón

ISMAEL GRASA: DELITOS Y FALTAS

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Trescientos días de sol es el último libro de Ismael Grasa (Huesca, 1968). Cuenta doce historias inquietantes, protagonizadas por personajes que se encuentran en una situación provisional, y en las que el delito es una presencia constante: a veces una amenaza o un incordio, en ocasiones un deseo sin mucho fundamento: a un profesor le roban un móvil en una excursión, un afilador amenaza a su cliente con el cuchillo que acaba de arreglar, unas payasas que animan comuniones roban en las casas en las que actúan.

Trescientos días de sol es un libro estupendo sobre personajes en proceso de reajuste, que asisten a bodas y a entierros y a repartos de herencias sin participar del todo (a menudo se quedan fumando a un lado), y que entienden a medias lo que les pasa. Muchos de ellos tienen trabajos temporales o quieren cambiar de vida, y se niegan a que los clasifiquen. También tienen un talento especial para meter la pata, como el inspector Clouseau o los protagonistas de Seinfeld: uno de ellos le dice a una masajista que ha ido allí a recibir placer. En estos relatos, que la realidad parece imitar (“Un sarrio” hace pensar en el terrible crimen de Fago, y en “No me gustan los psicólogos” el protagonista lleva una navaja por si acaso), puede haber un estallido de violencia inesperada.

Trescientos días de sol también está lleno de un humor salvaje, que a veces te asalta cuando menos te lo esperas y que demuestra un extraordinario sentido del tiempo. En “Algo provisional”, uno de los mejores relatos del libro, el protagonista posibilita que su hermanastro sea violado: “Los intentos de Rubén por defenderse se volvieron en su contra, aprendió que en un juicio de pederastia con violación probada es mejor no empezar frases del tipo ‘¿Qué hay de malo en?’”.

Ismael Grasa sabe que algunos detalles (la marca de un hombre en un sofá, una mesa en la que falta una servilleta) o una frase extraña pueden contar una vida entera: “Estábamos ahí, rodeados de esos disfraces de osos, de novias medievales, de hadas madrinas, de todos esos zapatos enormes de payaso”. Sus cuentos dan pocas explicaciones y son mucho más cerrados de lo que parece: son pequeñas películas, que ofrecen una mirada muy contemporánea y desprovista de clichés sobre las ciudades y sus piscinas, los recreativos, o sobre las despedidas y los cementerios de los pueblos. Trescientos días de sol posee una precisión formal que casi no se nota, un mecanismo de relojería que describe algo inestable, maravilloso y turbulento: un puñado de seres humanos.

Fotografía de Cristina Grande

http://danielgascon.blogia.com/2007/marzo.php