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Trescientos días de sol de Ismael Grasa

Crónica de la presentación del libro en Huesca

ES UNA DE LAS FIRMAS ARAGONESAS MÁS VALORADAS   



Ismael Grasa cuenta historias de la vida con sus ‘Trescientos días de sol’
El escritor oscense presentó ayer su nuevo título en la Librería Anónima de Huesca

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Presentación en Anónima.- Ismael Grasa presentó esta semana en Huesca su último libro, ‘Trescientos días de sol’, editado por Xordica. La Librería Anónima consiguió, una vez más, crear un clima absolutamente entrañable para el autor y para todas las personas que asistieron. Horas antes del inicio del acto, los responsables del establecimiento se preocuparon de que el nuevo trabajo del escritor oscense ocupara cada centímetro cuadrado del escaparate, que llamaba especialmente la atención gracias a la espléndida ilustración de la portada que firma Elisa Arguilé. José María Aniés, propietario de la librería, dio la bienvenida a los asistentes y, refiriéndose a Ismael Grasa y a Carlos Castán, al que se le había encomendado la tarea de prensentar el libro, señaló: “tenemos aquí dos escritores que no parecen ni de Huesca”. Tras la carcajada que soltaron los asistentes, Ismael y Carlos se miraron con guasa y preguntaron: “¿Eso es bueno o malo?” Después, cuando Ismael tomó la palabra, correspondió a las muestras de cariño dispensadas. “Después de escribir el libro, nada me hacía más ilusión que venir a Huesca para que Carlos Castán me lo presentara y en la Librería Anónima”, aseguró.





HUESCA.- “Quizá el libro trata de que vamos a la deriva, que no nos tenemos más que los unos a los otros y que hay que conformarse con lo que tenemos para ser felices, sin que ello quiera decir que haya que renunciar a nuestros sueños y a nuestras metas”.

El escritor oscense Ismael Grasa, una de las firmas aragonesas más valoradas por los expertos, se refiere con estas palabras a su último libro, “Trescientos días de sol”, una publicación de doce relatos, que transcurren en escenarios fácilmente reconocibles. “Procuro ser cada vez menos elíptico en las historias, porque también pienso que las cosas cada vez son más normales entre nosotros y podemos hablar de ellas con mayor naturalidad -explica el autor-. Creo que en parte se debe, quizá, no sólo al asentamiento de las libertades, sino también a la presencia de gente de todas partes del mundo, que nos enseña a mirar las cosas con otros ojos”.

Los personajes viven en este libro experiencias de soledad y de desorientación, a partir de pequeños delitos o situaciones límite en las que se ven involucrados de alguna manera. En uno de los casos, el autor recurre a un hecho que le ocurrió a él. Un afilador acudió a su casa y, cuando teóricamente fue a devolverle el cuchillo afilado, trató veladamente de atracarle; con el arma en la mano, le exigió una cantidad de dinero desproporcionada por su “trabajo”.

Los relatos sirven de excusa a Ismael Grasa para hablar de las personas, de las cosas que tienen dentro, de sus miedos. “Son pequeños episodios de extranjería que pasan en pequeñas ciudades que supuestamente conocemos todos”, asegura.

Pero su intención no ha sido la de escribir un libro que cause desazón. Por el contrario, sus historias pretenden ser esperanzadoras. “Algunos lectores me dicen: Qué finales más abiertos y más duros haces o me preguntan por qué he hecho un libro tan desequilibrador, tan angustioso. Pero yo he cerrado los cuentos como he creído que era lo mejor, cualquier otro final hubiera sido menos verdad o un falso edulcoramiento”.

“No es un libro que quiera transmitir pesimismo respecto a nuestra sociedad -añade-, pero sí creo que en todos los cuentos llegamos a un punto en el que se toca hueso”.

De alguna manera, Ismael Grasa habla de sí mismo a través de sus personajes, pero ironiza sobre la tentación que tienen algunos de considerar que se trata de un libro autobiográfico de principio a fin. De hecho, en el libro hay cosas muy sórdidas, complices de pederastia, gente que a veces duerme en la calle o que es muy retorcida.

Ismael no es cada uno de sus personajes ni cada una de sus situaciones, pero, como él dice, “el escritor es el todo”. “Yo soy el señor que se pone una chaqueta y va con el maletín a dar clase, pero también soy todas las zonas de sombra que aparecen en cada uno de los relatos. Los personajes están todo el rato al borde del delito y yo no es que me sienta así, pero sí me gustaba llegar en estas historias a las situaciones límite de nuestros comportamientos y ver cuál es nuestra verdad. Me apetecía echar un linternazo a esas zonas oscuras y hablar de que, en última instancia, somos personas que van a la deriva y esos momentos que llamamos transitorios es la única posibilidad que tenemos de ser felices”.

“Trescientos días de sol” fue presentado ayer por el también escritor Carlos Castán en un acto que se celebró en la Librería Anónima de Huesca y que contó con una nutrida presencia de público. Castán, que se confesó admirador de la obra de Ismael Grasa, aseguró que el libro le había gustado mucho, que se había reído con él y que a ratos también le había emocionado. Destacó la figura de los narradores que cuentan las historias. “Hablan, pero se fijan mucho y tienen pensamientos que son como cuchillos”, aseguró, al tiempo que confesó que le resultaba inquietante de ellos “esa mezcla de inteligencia y candor”, esa confusión “de la banalidad con la sentencia”.

Carlos Castán dijo que Ismael ha escrito un libro sobre la vida y se refirió a esa sensación de provisionalidad que tienen los personajes, al hecho de que parece que todos esperan que ocurra algo, a la sensación que tienen de estar viviendo un destino más pobre de lo que les corresponde. “Es un libro que tiene muchas resonancias”, concluyó Castán.

Ismael Grasa es también autor, entre otros títulos, de “De Madrid al cielo”, “Días en China”, “La tercera guerra mundial” y “Nueva California”.

Myriam MARTÍNEZ

http://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/detalle.php?id=219711

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